Es que…

Es que te amo tanto que me duele.

Es que te amo tanto que cuando te veo, las lágrimas llenan mis ojos, no se lo pueden creer.

Es que eres tan puro, tan bonito, tan alegre, tan lleno de vida, que me estremezco al pensar que tu vida está ligada a la mía.

 

Es que eres tan mío, y a la vez no te poseo, que me dan ganas de gritarle al viento que me traiga de nuevo tus primeros días, para disfrutarte enteramente una y otra vez.

Es que te amo tanto, que mi corazón se hincha de orgullo.

Es que te amo tanto que una sonrisa tuya es más fuerte que el sol.

Es que te amo tanto, que te llevo dentro de mi alma, para siempre.

 

Es que eres tan grande y a la vez tan pequeño…

Es que eres mi chiquitín, no importa si el tiempo pasa, no importa si te vas y no vuelves…

 

Es que eres mi hijo, y por eso te amo tanto.

Confesión

A veces no sé a donde divagan mis pensamientos, ni de donde provienen. Se van al pasado, a donde todo duele. Hasta el aire que respiraba, desde siempre hasta dos años atrás es vergonzoso, esta sucio, lleno de lágrimas, de cosas malas, de soledad. Pero incluso ahora a veces el aire también se pone rancio, y me da por recordar. y cuando traigo el pasado al presente, lloro, porque es duro, terrible; me hiere una y otra vez.

Cuando pienso en el pasado, me convierto otra vez en esa niña triste, solitaria, desadaptada, de la que todos se burlan y ridiculizan porque lee mucho y se viste de negro, porque no tiene amigos, porque habla con palabras raras, porque escucha música que transporta, porque no sale de rumba, porque hasta su familia la humilla, recordándole todos los días que es una muerta de hambre, que no vale ni siquiera la preocupación de sus padres. Me convierto en esa niña que está sola en este mundo, porque sus padres no la quieren, la usan de chivo expiatorio para su guerra personal. Ha pasado mucho tiempo, desde que batallé contra mí misma, batallé contra la depresión crónica, batallé contra las ganas inmensas de morirme, y gané, porqué aquí estoy, todavía sigo viva, y aún me duele como el primer día. Han pasado dos años desde que tengo una felicidad tan grande, que todos los días creo que se me va a acabar, y todavía lloro a lágrima viva cuando me acuerdo del pasado. Cuando me acuerdo que sacrifiqué mi juventud y mis sueños de soltera por ser feliz y estar tranquila, no puedo evitar sufrir y llorar por su pérdida, y por mí.

Cuando veo a mi hijo tan pequeño, tan feliz e inocente, lloro suplicando que jamás tenga que pasar por lo que yo pasé. Sufro todos los días y me esfuerzo en la titánica tarea de mantenerlo feliz, inocente, tranquilo, alimentado, libre de culpas y pecados que no son suyos. Yo sé que debo liberarme del pasado para estar finalmente en paz, poder seguir con mi vida completamente, ser la persona cuerda, feliz y realizada que mi hijo necesita, que yo necesito. Pero mi pasado se aferra a mi corazón, sin piedad, dejándome triste, cansada de tanto pelear, deprimida por haberme dejado vencer. Claudiqué ante mi desesperación, y ahora estoy aquí, con 21 años, casada y con un hijo, sin haber terminado la universidad, creyendo siempre que nadie me aprecia y nadie me quiere como amiga, sintiendo a cada minuto del día que soy repulsiva e indeseable. Nadie me puede culpar de sentir eso de los demás, si de mis propios padres sentí siempre que era mejor que nunca hubiese existido para que ambos fueran felices.

Ahora he caído en cuenta que mis sueños de soltera deben ser olvidados, o envueltos cuidadosamente en una tela de seda y guardados en lo profundo de mi alma, para que no me marchiten por dentro. Ahora mis sueños deben ser en función de mi bebé, y mis sueños de soltera no combinan, no pueden existir en mi vida de mamá y esposa. He caído en cuenta que las decisiones que tomé para no sufrir más, me trajeron otro tipo de sufrimiento, no tan profundo como el que tuve antes horadándome pero sí importantes; debo lidiar con ellos para mantener mi felicidad.

Esos ojos tuyos…

Esos ojos tuyos

que refulgen de felicidad

que guardan toda la inocencia combinada

la tuya, porque naciste con ella

y la mía, que te la regalé el día en que te parí.

Esa sonrisa llena de dientes ausentes,

esos sonidos con los que me gritas que me quieres

esas manitos dulces que me dan caricias ásperas

esos pies gorditos, dulces, suavecitos.

Todo tú eres perfecto, por existir, por ser mío, por venir de mí.

Eres la obra maestra que sólo podré igualar cuando nazcan tus hermanos. La más perfecta creación, que sólo sale del amor.

Este camino pedregoso donde vamos juntos, se hace difícil y lleno de baches

pero tú domarás ese camino, porque crecerá contigo y se doblegará ante ti.

Tendrás las herramientas que yo no tuve para ser feliz.

 

Espero llenarte de besos, abrazos y mordiscos lo suficiente para que nunca dudes que esta madre loca que te ha tocado, mi chiquitín, te ama más de lo que jamás podrá amar a nadie, porque este romance es único e irrepetible.

Te amo.

 

Querido Joaquín

A estas alturas de nuestra relación, deberíamos saber más uno del otro. Tú lo sabes casi todo sobre mí, soy demasiado chismosa y no puedo resistir contarte cada ínfimo detalle de mi vida, aunque no haya sido muy larga ni particularmente colorida. Pero yo no sé nada de ti. Sólo sé tu nombre porque yo lo elegí para ti, sólo sé tu edad porque cada día llevo la cuenta, sólo sé que te gusta el chocolate por la manera en que te mueves cada vez que lo como. Sé que te preocupas por mí, cuando te da por flojear y no te mueves, yo entro en pánico; das un salto mortal para hacerme saber que estás muy bien, que sólo estás, bueno, flojeando.

También sé a ciencia cierta que tu persona favorita en el mundo es tu papá, porque pareces un contorsionista karateca cada vez que oyes su voz. Pero no sé cómo es tu voz, no sé cómo es tu rostro, no sé a qué huele tu cuello. No sé cuál es el color de tus ojos, y mucho menos cuál es tu música favorita. No tengo idea de muchas cosas importantes sobre ti, y eso debería alejarme en otras circunstancias. Pero contigo, todo ha sido tan mágico y maravilloso que no necesito saber más de lo que ya sé para amarte infinitamente y sin reservas. Desde el minuto en que supe que estabas ahí, creciendo, en ese cubículo helado de hospital, me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Mucha gente me dice que es malo tener varones de primero, porque eventualmente terminan abandonándote. Pero te digo una cosa, aunque no sepa mucho sobre ti, estoy convencida que tú eres el único hombre que jamás dejará de quererme y que ni durante un solo segundo dudará de su amor por mí.

Últimamente la espera se ha hecho cada vez peor, siento que cada vez falta más tiempo para vernos, para tenerte en mis brazos, para sentir que el amor entre una madre y su hijo es único, irrepetible e irremplazable, para seguir imaginándome cuál será la primera palabra que dirás o a qué edad decidirás comenzar a caminar y explorar el mundo. Soy una persona impaciente, gruñona y a veces fastidiosa con los pequeños detalles, pero durante este tiempo he aprendido que esas tres virtudes que poseo deben ser guardadas en un cajón hasta que seas adolescente, porque sin duda tendrás tendencias que yo creeré suicidas y los demás verán como ganas de aprender. No puedo esperar más a que pintes las paredes con creyones de cera y tu papá se vuelva loco y yo me ría mucho mientras les tomo fotos. No puedo esperar a verte sonreír la primera vez. Será divertido ver tu expresión la primera vez que veas a un animal en carne  y hueso. O la expresión de tu papá cuando lo llames por su nombre para enseñarle tu nueva gran hazaña.

Eres mi pequeño pedacito de amor. Saber que estás vivo me llena de una dicha inmensa, de muchísima felicidad, de amor infinito. Eres la prueba de que el amor no se piensa, se siente y se vive con intensidad, para que pueda ser disfrutado. Probablemente cuando tengas capacidad de entender esto no seré capaz de entregártelo. No quiero que pienses que tu mamá es muy sentimental. Quiero que me veas como la mujer fuerte y segura que no soy, pero en la que tendré que convertirme para tenerte seguro y a salvo. Quiero que cuando hables de mí, te sientas orgulloso, así como yo me siento orgullosa de ti sólo porque sabes moverte. Aún me quedan muchos años de sentirme orgullosa, de amarte mucho, pero hoy, creo que la finalidad de todo esto es decirte: Gracias por decidir venir a mí y bendecirme.

Tu mamá, Amaranta

(Ahora Joaquín tiene 7 meses de nacido)