Sumeros -Cap10, 11 y final-

***

 

 

 

No hace falta que extienda mucho más aquel día. Hablé con Ely mientras esperaba los resultados que, obviamente, mostraron un claro positivo. AS no durmió esa noche en su habitación… ni la siguiente o alguna otra. Llevé un embarazo delicado, me encontraba deprimida aunque lo negaba a toda costa. Sólo recibía las visitas de AJ y Ely que pasaba a verme cuando podía. Sabía que AS me visitaba mientras dormía porque cada mañana encontraba algo para el bebé. Sin embargo, no se atrevía a darme la cara.

 

Al principio lo buscaba con disimulo en la piscina o camino a la playa, pero fingía una llamada o cualquier otra cosa para irse. Dejé de buscarlo. Diariamente intentaba ignorar a las mujeres que entraban y salían de su habitación a cualquier hora del día… un prostíbulo, volvía a estar de nuevo allí. Claro que ninguna estaba por más de una semana, dejé de sentir celos –hasta ahora admito que eso era lo que sentía-. Hasta doble A se portaba esos días mejor que él, así cuando cumplía 35 semanas me sentía una madre soltera –casi independiente-:

 

-“Vamos niña, ¿me vas a decir que tú y AJ no tienen nada incluso con esa barrigota? –se reía, al parecer AJ era el único hombre que veían entrar y salir de la habitación.

-“¿Por qué te interesa tanto?”

-“Porque así sabríamos de una vez quien es el padre” –reí yo.

-“Eso no me interesa” –contesté con seguridad.

-“Oye, estás en una casa con hombres las 24 horas del día los 365 días del año… Cualquiera, menos yo, podría ser” –reí ahora con más ganas- “es verdad, apuesto a que soy el único que no te ha puesto una mano encima”

-“Por algo será…” dije muy bajo, casi para mis adentros.

-“¿Ah?”

-“Nada, nada”

-“Bueno, digo que no me molestaría hacerte el favor incluso ahora. Estás más guapa que antes, aunque más gorda” –Reí a carcajadas. Sus comentarios la mayoría de las veces eran más sinceros de lo que a una le gustaría oír, pero eran aceptables.

 

Doble A era ese de dientes amarillos y aspecto desagradable que tanto asco me dio la primera vez que lo vi. Me había acostumbrado a verlo y hasta él resultaba mejor compañía que la soledad. Aún no nos llevábamos muy bien, seguía desconfiando de quién era y de lo que podría llegar a ser después pero si quería hablar yo estaba dispuesta a escuchar.

 

Esa noche me quedé dormida en la habitación de AJ, tocaron a la puerta cerca de las 2am, él que se había dormido en el sofá se levantó y me invitó a continuar durmiendo. Era Sum:

-“Imaginé que estaría aquí… Necesito hablar con ella”

-“Está dormida”

-“Es sobre su familia…” dijo y de inmediato me puse de pie.

-“Dime, yo le diré” –me acerqué hasta ellos. Noté el rostro preocupado de Sum.

-“¿Qué sucede? Dilo sin rodeos, por favor” –intervine de inmediato.

-“JC… tu madre… la hirieron para robar su tienda” –Por un momento no sentí las piernas, AJ me atrapó antes de caer al suelo. Mi cuerpo parecía no responderme.

-“AJ dile… dile, por favor, que se vaya…” dije entre lágrimas aún sin tener dominio alguno.

-“No es necesario, ya te escuché” – miro a AJ y este asintió. Me trasladó hasta la cama. Él se sentó a mi lado y me hizo beber un poco de agua.

 

-“¿Cómo… cómo sabe eso?” –pregunté luego de unos minutos. No me sentía bien pero al menos estaba un poco más tranquila.

-“Nunca hemos perdido contacto con tu familia. Él no lo quiso. Constantemente le envía noticias sobre ti”-abrí los ojos sorprendida.

-“¿qué…? ¿Por qué?”

-“No somos los mejores seres humanos, Jen, pero cuando alguien nos importa…es en serio.”

-“Yo no le importo”

-“Y por eso busca de ignorar con mujerzuelas los celos que siente al verte conmigo, ¿cierto?” Se puso de pie y caminó marcando una zanja en el suelo. “Él no lo dice… uno se da cuenta cuando lleva toda la vida conociéndolo.”

-“Yo no le importo, no insistas. De no ser por él yo no estaría aquí y ¡así! No ha hablado conmigo desde que se enteró de mi embarazo, me ignora y además… ¡me envió a acostarme contigo! Si esa es su manera de demostrarme que le importo pues que se interese en alguien más”

-“Creo que te estás descargando con la persona equivocada”-dijo y rió. Al notar que seguía seria continuó. “Habla con él”

-“Si no me ignorara cuando me le acerco no tendría necesidad de decírtelo a ti” –sentencié. “Es más… ya vuelvo” –me negué a recibir su ayuda y con paso tambaleante salí al pasillo… Su habitación estaba justo al lado. Toqué la puerta, abrió una mujer, supe que no estaba ahí. Bajé las escaleras, caminé hasta la sala y ahí estaba, con un trago de whisky en las manos.

-“Quiero ir con mi madre.” –hizo una seña para que nos dejaran solos. Tres hombres salieron de ahí.

-“No puedes” –dijo con el mismo tono con que daba órdenes. Ya no había rastro del hombre preocupado que me llevó la noticia y eso era bueno porque nada de lo que dijera me haría cambiar de parecer.

-“Sí puedo y quiero”

-“No puedes. Tienes nueve meses de embarazo… no puedes subirte a un avión”

-“Carretera” –dije encogiéndome de hombros. “Dame un auto, nada más. No necesito que nadie me lleve”

-“Es tu salud la que está en riesgo… y la del bebé”

-“Y… ¿desde cuándo eso te interesa?” Se quedó en silencio unos segundos, yo seguía de pie esperando.

-“Si acepto no vas a volver” –yo negué.

-“Nada me obliga a quedarme. Si estoy aquí es porque no me dejas salir” –asintió. Dejó el trago a un lado y bebió directo de la botella.

-“¿Nada?” –preguntó después. Y yo no pude responderle con palabras. Busqué su mirada y sentí que hablaba sin decir nada.

-“Casi… –dije y él entendió. Me esquivó luego de unos segundos. No entendía aún mis razones, no entendía mis no-palabras. No lloraría frente a él, no me haría cambiar de parecer, por supuesto que no.

 

Sin mirarme arrojó las llaves del auto sobre el sofá. “Si te vas es tu decisión” –entendí.

 

Era mi madre, ¿qué querían que hiciera?

 

***

 

 

 

Llegué a mi casa de madrugada después de un viaje de muchas horas. Papá estaba ahí para abrir la puerta, se sorprendió tanto al verme que se le escaparon algunas lágrimas. Ya sabían sobre mi embarazo y sabían que volvería con ellos, AJ tenía razón. Luego de excusarme por haber conducido en mi estado me permitió entrar de nuevo. Por alguna estúpida razón me habría encantado ver a Ángelo allí, pero esto no era un cuento de hadas y él menos un príncipe azul. Subí a mi habitación, necesitaba descansar. El viaje fue agotador para mí y el bebé, aunque había tomado todas las medidas necesarias para cuidar de mi embarazo. Sobre mi cama, estaban algunas fotografías tomadas en casa de Sum: en el patio, en la playa, incluso jugando y conversando con todos en la sala de estar. Una carta y yo conocía la letra.

 

Para usted.

Es cierto que te debemos más que una vida. Fuiste un gran maestro en todo momento y un padre impuesto. Fingir tu muerte ha sido una buena elección, tu hija…  estará bien, está en buenas manos. No se llenará de este mundo del que querías huir, es una promesa de mi parte.

AS

 

Algo no entendía… Entre tanta confusión no podía faltar el dolor inclemente en el vientre. Al parecer había llegado la hora.

 

Papá había salido a buscar a mi madre, ese día le darían el alta del hospital. Busqué el teléfono y la vocecita al otro lado me molestaba con sus preguntas insistentes y estúpidas, quizá mi mal humor era lo que empeoraba todo. En el estado en el que estaba no podía conducir.

-“No se preocupe, la ambulancia llegará pronto.”

-“Más le vale o la mato…” Colgué el teléfono. Tocaron a la puerta No podía ser la ambulancia, apenas acababa de colgar…

 

Respiré pausadamente, el dolor iba y venía, cada vez peor. Desde el sofá pregunté quién era y no hubo respuesta. Escuché que abrían la puerta usando una llave, podía ser mi padre aunque no lo creí y tal como lo pensé, no… no era él.

 

No soy cursi, como pudieron percatarse, pero si digo que no se me aceleró el corazón, que no sonreí abiertamente después de mucho tiempo o que no me pareció la cosa más romántica del mundo aquella aparición, estaría mintiendo. Ángelo se acercó hasta el sofá donde me encontraba, parecía angustiado…

 

-“Apenas me dijeron anoche que estabas cerca de tu casa no pude evitar…”

-“Shhh…” –le indiqué, poniendo un dedo sobre sus labios “…arruinas el romance” me acerqué para besarlo pero me detuve unos milímetros antes de hacerlo. Él sonrió.

-“Creo que ya lo entendí…” –me quejé, el dolor venía de nuevo. Más fuerte y más seguido. “…pero podemos hablar de eso después, ¿no lo crees? Debemos ir al…”

-“A ningún lado si no terminas la frase que comenzaste” –intenté sonreír, se hizo difícil.

-“Eres terca”

-“¿En serio? Mira quién habla…”

-“Nunca tuvimos sólo ‘sexo’ ” Buscó mis labios y esta vez nada evitaría que yo recibiera aquel beso que correspondí de inmediato: lento, pasional, desinteresado; un beso capaz de detenerte el corazón unos segundos… vale, me había enamorado sin querer.

-“Nunca hubo nada entre AJ y yo” dije y el volvió a sonreír, la misma sonrisa arrogante que ya no me parecía tal.

-“Lo sé” –dijo y me besó de nuevo.

 

-“¡Ey…” entró gritando AJ “…dejen eso para después que ahora nacerá el hijo de todos!” reí o al menos lo intenté, ahora realmente necesitaba ir al hospital.

 

Con su ayuda salimos directo a una maternidad, una hora después nacería un hermoso y sano bebé.

 

 

 

 

***

 

 

En este punto termina la historia romántica. La carta que encontré en mi habitación aún palpitaba en mi cabeza. Dejé que papá explicara lo que significaba:

 

Conocía al padre de AS, cuando falleció me sentí responsable del chico. No los crié, lo hicieron solos. He estado en “negocios” desde hace mucho. Ellos me ayudaron hasta que AS pudo recuperar su negocio pero siempre se ha sentido en deuda. El día en el parque estaba acordado, no lo de la prostituta o la policía pero sí mi supuesto secuestro. Lo que salió mal fue que AS quiso conocerte después… tú no debías despertar tan pronto. -alguien se aclaró la garganta, AS parecía un poco incómodo por la narración- Mi intención no era meterte en este mundo, debíamos fingir el secuestro y la muerte de alguien que, desde ese día ya no existe. Al verme en el hospital decidí confiar en AS, en ningunas otras manos habría puesto yo tu vida o la mía. La curiosidad que sentía por conocerte fue la que ganó. Pude haberme convertido en su enemigo por ello y él lo sabía. Cuando encontré la nota en uno de los bolsillos y una foto tuya, supe que te encontrarías bien.

Me parecía una mentira. Aquello no podía ser posible, mi propio padre me puso en manos de AS… Estaba en esa pequeña habitación con mi madre, mi padre y AS.

-¿Tú sabías algo de esto? –pregunté a mi madre con una mirada llena de rabia y dolor. Ella asintió, abrió la boca para decir algo pero con un movimiento le indiqué que no hablara.

**

Ahora verán.

La cuestión no fue mucho más compleja que lo evidente. Mi padre también formó parte de ese mundo, para salir de él debía fingir su muerte, ¿desde cuándo mi vida se había convertido en una película?

 

**

Por favor déjenme sola –agregué finalmente. La enfermera llegaba con el pequeño bebé en brazos. Sólo AS se quedó en la habitación.

Sólo hay una manera de salir de este negocio, no lo culpes por querer proteger a su familia. –Lo miré extrañada, no era algo que esperaba oír viniendo de él. Sólo sonrió y me dio un leve beso en los labios, se fue.

 

***

 

¿Quién soy yo para juzgar?

 

     Prostitutas, yates, mafia… Si hay algo que decidí ignorar en mi narración es el verdadero negocio de los chicos. Aunque con las pistas puede quedar en evidencia.

 

     “AS”, “AJ” y “Doble A” eran ladrones y contrabandistas y tenían un negocio bien patentado mundialmente. Las prostitutas que tanto iban y venían estaban eran parte esencial del negocio. Ese día AS se marchó. Más tarde hubo un tiroteo y resultaron muertos: él y AJ… estaban oficialmente muertos para la policía.

 

 

Fin! >.<

Sumeros -Cap9-

 

***

 

-“Despierta, necesito que me acompañes… bueno, a los chicos y a mí… a finalizar un negocio. Es en el parque, pensé que te gustaría venir”

-“Está bien” dije y me desperecé.

 

No tardé en estar lista, al bajar sólo él estaba de pie junto a la puerta. Bajé con naturalidad “y… ¿los otros?”

-“¿De haberte dicho que sólo éramos tú y yo habrías aceptado?”– Al decir esto no me miraba, se llevó las manos a los bolsillos en un intento de no parecer un niño que busca excusarse-

-“Quizá sí” –respondí con sinceridad. Debía mantenerme seria así que respiré profundamente para borrar cualquier asomo de sonrisa que surgió inconscientemente.

-“Pues lo tendré en cuenta…” – Alzó la vista para mirarme, me parecía ahora, viendo como lucía que jeans y zapatos deportivos no era lo apropiado. Salimos de la casa y subimos a un auto. No había chofer. “es que… todos decidieron tomarse el día libre” –alcé una ceja y asentí.

-“Vale” – dije y miré por la ventana. Unos segundos después encendió el auto y arrancó.

 

Casi me hizo sonreír, debía admitirme a mí misma que el juego se me estaba complicando. En el camino me mantuve silenciosa, el parque al que quería ir quedaba a unos 20 minutos, calculé. Era un lugar tranquilo, natural. Tenía lindos paisajes, decorados y jardines. Al pasar por una curiosa estatua de Cupido, Sum me pidió una fotografía, cuando tomé la cámara negó con la cabeza, quería una foto mía junto aquella estatua, me sorprendí y él insistió. Un fotógrafo que trabajaba en el lugar se nos acercó y dijo que él realizaría la toma con ambos en ella… fui hasta la estatua y sonreí con educación, como normalmente sonreímos para una foto; entonces miré de reojo a Sum e inconscientemente sonreí de verdad.

 

El señor antes de entregar la fotografía, sosteniéndola con firmeza nos dijo con sinceridad:

 

“He capturado el camino mientras volaba una sonrisa para inmortalizar la hoja…”

-“en el crucigrama de nuestra existencia” –finalicé yo y él sonrió.

-“Así es…” –nos entregó la foto y no aceptó paga por ella. Le di un beso en la frente y él continuó con su trabajo.

 

 

 

-“¿Qué quiso decir?” –preguntó Sum unos pasos más adelante.

-“¿Qué cosa? –pregunté intentando parecer natural, sabía a lo que se refería.

-“El viejo que tomó la foto”

-“El señor…”

-“Es lo mismo, Jen” –lo miré, había pensado que no sabía mi nombre. Nunca me llamaba así.

-“No es lo mismo, señor…” –sonreí de medio lado. Llevaba dos meses conociéndolo y no se había presentado nunca.

-“AS”

-“¿‘AS’ como el naipe?”

-“Es un acrónimo”

-“Entonces a mí llámame JC” –arrugó la frente- “Jenny Carolina”-le sonreí.-

-“Angelo, Angelo Sumeros Delgado” –asentí satisfecha.

-“Vale, Sum” –era la primera vez que lo llamaba de esa manera, primera vez que pronunciaba su nombre –o su apodo- a él mismo. Sonrió. “igual no es lo mismo decir ‘viejo’ a decir ‘señor’… es cortesía verbal.

-“Vale, JC” –Yo retomé el semblante serio y le pedí nos sentáramos en un banco del parque.

-“Capturó el camino, voló la sonrisa e inmortalizó la hoja en el crucigrama de la existencia” –repetí.

-“¿Qué significa?” insistió él. No estaba acostumbrado a necesitar explicaciones.

-“Significa lo que cada quien necesite que sea. Es una frase que juega con lo que conocemos: en una fotografía buscamos inmortalizar un momento, si es de felicidad sonreímos pero no sólo “capturamos” una sonrisa sino que agregamos cosas que están detrás de ella… como el camino y el tiempo transcurrido”

-“¿Por qué un crucigrama al final?

-“Porque siempre identificamos la vida con un juego y mi favorito es el crucigrama. Sólo lo llenamos con cosas que sabemos o conocemos y el verdadero aprendizaje es experiencial.” –asintió. Después de eso se hizo un silencio que duró algunos minutos, él me rodeaba con su brazo y yo lo agradecí aunque no dije nada.

 

-“Perdona por obligarte a estar con AJ” –dijo rompiendo el silencio. Me sorprendí. “he pensado mucho en eso, vale… es que yo no pienso mucho cuando estoy molesto

-“Pues, no te diré que está bien aunque acepto tus disculpas” –No lo miraba, aunque quería hacerlo.

-“Parece que lo pasaste muy bien esa noche”-dijo y entendí lo oculto en sus palabras, me lo negué en ese momento y respondí con naturalidad y énfasis.

“Mucho” con disimulo quitó el brazo que me rodeaba en ese momento. Rió con ironía. Le extendí la foto y la tomó.

-“Mi padre murió cuando tenía ocho. Lo mató una vieja prostituta, una de esas que tiene más tiempo en el negocio de lo que puede reconocer. –Me estremecí un poco, creí que no estaba preparada para lo que estaba sucediendo en ese momento. La explicación llegó inesperada pero no inoportuna.- llegó una noche, se sentó frente a él en el bar, fingió que buscaba algo en el bolso y cuando él no la miraba le cortó el cuello. Nadie investiga esas muertes. –AS mantenía la mirada perdida, yo no sabía cómo reaccionar- Sentía debilidad por las morenas… -dejó el relato en pausa y me miró- al parecer he heredado eso. –Intenté sostenerle la mirada pero al final debí disimular mis mejillas coloradas mirando a otro lugar. Lo sentí sonreír. –En cuanto a mi madre… -se puso de pie y me ofreció su mano para levantarme.- de ella sólo sabía que era prostituta, nada más. Conocí a AJ y Doble A para ese entonces. Me convencieron de la necesidad de recuperar el bar. Así terminamos de crecer con esa única idea en mente. Cuando cumplí quince llegué al local. La vieja estaba sentada en la mesa del fondo, la misma en la que había matado a mi padre. Me le acerqué y jugué la misma moneda que ella usó con él. No lo hice por venganza, yo quería el negocio, sólo eso. –Caminé a su lado y él continuó su relato- Después comprendimos que ni Beto, ni la vieja habían aprovechado los alcances del negocio. Decidimos ponerlo a valer realmente. No fue fácil, claro. Estas cosas funcionan como una gran familia: nos ayudamos y la traición se paga sólo con la vida. AJ y Doble A son como mis hermanos; pero ambos saben que este es mi negocio, yo, por mi parte, sé que sin ellos andaría cojeando. Cada uno tiene sus contactos, sus amigos, sus amantes… -alzó una ceja como si apenas se diera cuenta de ello- y todo eso lo usamos a conveniencia. –se encogió de hombros al terminar de hablar, yo quedé pensativa. Nos detuvimos y yo entendí que debía decir algo.

En pocas palabras: forman parte de la mafia. –Sonrió, ¿desde cuándo la arrogancia era tan sexy en alguien? Me atraía esa seguridad.

No somos “parte”, simplemente “somos”.-asentí. -“¿Quieres ir a almorzar?” Preguntó mientras guardaba la foto en el bolsillo interno de su traje blanco. Asentí de nuevo.

 

Caminamos uno al lado del otro, se veía tan natural que casi olvidaba que era capaz de matar con la misma facilidad con la que te acariciaba. Ahora que lo pienso él se convirtió en un vicio, podía hacerme daño e igual debía volver con él y no sólo por obligación. Me llevó a comer a un restaurante un poco conservador. Comimos con tranquilidad escuchando una suave música en vivo. Hasta que…

 

-«¿Te gusta AJ?» preguntó y me quedé mirándolo fijamente.

-«¿Por qué?» dije con tranquilidad.

-«quiero saberlo»

-«¿para qué?»

-«los he visto juntos… hablan durante horas»

-«en este momento tú y yo estamos hablando, dormimos juntos y…»

-«ya entendí, gracias.» dijo en tono seco. Y esa era yo como siempre arruinando cualquier insinuación que pudiera estarse formando entre ambos. No tocamos ningún otro tema «delicado», aunque seguía llenándome de preguntas; incluso me preguntó por qué no quería besarlo. Le dije que él ya conocía la respuesta a esa pregunta sin darse cuenta… ¿quise hacerme la interesante? Pues, claro, es la primera norma de un buen coqueteo, porque al parecer eso es lo que estaba sucediendo. Su sonrisa perfecta acompañó un leve asentimiento:

 

Aprendizaje experiencial, ¿no?» y esa vez sonreí yo. «Insisto, tienes una linda sonrisa» me  sonrojé de nuevo pero esta vez sí lo notó. Una vez que terminamos de comer volvimos a su casa, pero antes de entrar sentí un mareo y, al parecer, me desmayé.

 

Desperté unos minutos –o segundos, no lo sé- después. Ya estaba dentro de la casa recostada sobre un sofá. Escuché de fondo –aunque lejano- una pelea que Sum mantenía con el teléfono. Lo llamé y sentí una mano en la frente, abrí los ojos y era AJ con una sonrisa cubriéndole el rostro completamente.

 

Eso es, poniéndole más drama a las cosas” –rió y yo sonreí. “Ya despertó” dijo en voz alta. Sum se acercó a nosotros.

A ver, preciosa, ¿hay algo que debamos saber?” me encogí de hombros.

-“Pues no me lo preguntan pero creo que debería usar esta ‘pruebita’” dijo Ely –la prostituta amante y amada de AJ– mostrando una prueba de embarazo ante todos y riendo con picardía. AS abrió los ojos sin disimular la sorpresa –o alarma- que significaría algo como aquello.

-“No me parece razonable, no creo que AS o… AJ… o cualquier otro no se proteja al estar con ella… o que ella misma no use protección. Eso es indispensable en el negocio.” –La voz de Melanie me revolvió el estómago y sentí nauseas. La expresión de AS cambió repentinamente y ahora me miraba con seriedad.

-“No está en “tu negocio”, Melanie” fue lo único que dijo antes de salir al patio. Ely me miró con rabia y AJ se veía confundido. Si se preguntan por qué no dije nada es simple: habíamos hecho creer que sí pasó algo entre nosotros aquella “primera noche”. Sólo me preocupaba que Ely no supiera la verdad. Me extendió la prueba y me acompañó hasta el sanitario de la habitación principal. “Lo siento” dije antes de entrar.

-“Sé que no has estado con Alex” –dijo después de unos segundos. “…de estar embarazada sólo puede haber un responsable”

-“Pero no es lo que todos creen

-“Sólo tú debes aclarar tus asuntos” –Abrí la puerta y ahí estaba ella de pie. Tenía la foto que apenas unas horas antes me había tomado con Sum.

-“AS no es tonto y, curiosamente, confía en ti… al parecer más de lo que podríamos creer” –estiró la foto hasta mí.

 

 

Nota para las otras chicas del blog:

 

A ver si actualizan, el blog se llamará «Sumeros y otros textos» jajajajajja…

Sumeros -Cap7y8-

***

¿Jenny? –Escuché, eran cerca de las cuatro de la tarde. Me levanté para abrir la puerta, sabía que no se trataba de Sum, era su habitación y tenía la llave que podía usar cuando quisiera. Era un hombre alto, ya lo había visto antes en la playa el día que liberaron a mi padre. Se recostó del marco de la puerta con aire autosuficiente, no tan arrogante como AS, tenía una rosa blanca en la mano.

-“¿Sí?”

-“Soy AJ”

Oh, ¿me puedes esperar un momento?”

Seguro

 

Cerré nuevamente la puerta, respiré profundamente y revisé dentro de la maleta por algo de ropa. Me vestí, eché otro vistazo a la habitación y retomé la expresión de orgullo que había usado últimamente para abrir la puerta. Él seguía allí, ahora hablaba por teléfono y sólo alcancé a escuchar cosas aisladas: “no, no… no… ¿pero qué dices? Que sí… estarán ahí en una hora, regresamos muy temprano esta mañana. ¡Adiós!” Se giró para mirarme, sonrió.

-“Disculpa, son detalles que siempre se escapan”

-“¿Dónde está…él?” pregunté esperando que entendiera, no tenía muchas ganas de explicar nada.

-“¿AS? Se fue muy temprano, cerca de una hora después de nuestra llegada”

-“Oh…”

-“Entiendo, es al único de nosotros que conoces” extendió su mano para presentarse, hice lo mismo. “Yo soy Alexander Jirón… AJ para los amigos”

-“Jenny Gil, Jen para los amigos” sonreí. Él extendió la flor blanca:
“Feliz cumpleaños, Jen”.

 

Envolvió mi mano con caballerosidad y de esa manera me sacó de la habitación ingeniándoselas para cerrar la puerta tras de mí.

 

El comportamiento de AJ me sorprendió aunque no dudó en guiarme hasta su habitación. Sin embargo debo admitir que era lo más caballeroso que había visto esos días. Una vez allí cerró la puerta, noté una botella de vino sobre una mesita:

-“Escucha, seré sincero. AS te envió aquí con una intención y tú sabes cuál es, ¿no es así?” asentí “Bien… no voy a obligarte”

-“¿Ah?”

-“Verás: no estuve de acuerdo en traerte y mucho menos en haber secuestrado a tu padre, por cierto, fui yo quien lo hizo, me siento en deuda. Además, en este momento estoy intentando mantener una relación sana con una persona. A todo esto agrégale que AS es como un hijo, un hermano, un familiar muy cercano… sé que debió molestarse contigo por algo y por eso te envía conmigo, y aunque no haya dicho que se arrepintió antes de irse si lo hizo con sus acciones…” –reí en tono irónico, no pretendía creer lo que me decía. Yo no era nada para Sum, ¿por qué creerle?

-“¿Envía contigo a las mujeres con las cuales se molesta?

-“No, las envía con doble A” –levanté una ceja- “Él no tendría contemplaciones contigo. No le interesa quién seas, que hagas… toma lo que quiere y listo.” –asentí indicando que comprendía.

-“¿Doble A?”

-“Argenis Andrade”

-“AS es…”

-“Ángelo Sumeros”

-“Hummm… ya. Digamos que creo al menos la mitad de lo que has dicho. No soy nada para él y eso ha quedado comprobado”

-“Eres la primera mujer que le ha negado algo” –Fruncí el entrecejo, pero después supe de qué hablaba y no pude evitar reír.

-“No morirá por eso” –dije con simpleza.

-“Es un gran paso”- tomó asiento y con un ademán me indicó que lo imitara.- Sum es joven y al parecer bastante irresistible-dijo y me miró- según algunas mujeres, ¿eh? –Reí –No está acostumbrado a que le nieguen nada, nada. –hizo énfasis en eso último.

 

Conversamos durante mucho rato, realmente confirmé que aquella primera impresión en la playa –me parecía tan lejana- era cierta. Una mujer le había cambiado la vida y él había hecho lo mismo con ella. Se tomó toda la botella de vino y descubrió otras tantas que tampoco dudó en tomar así que terminé enterándome de cosas que no quería, ni necesitaba, saber. Se durmió pasada la medianoche. Yo no tenía sueño, había dormido suficiente en la mañana, pero me puse la pijama que Sum dejó antes sobre mi cama. Era ligera: una bata corta y descotada, de color lila con encajes negros adornaban el cuello cortado en V y en la parte baja.

 

Tocaron a la puerta, era él. Estaba borracho, me miró de arriba abajo. Inconscientemente dejé de sonreír. La expresión de su rostro también cambió, adoptó una seriedad confusa. Tras él, el otro hombre, “doble A” supe de inmediato.

 

-“¿Sí?”

-“Dile a AJ que lo esperamos abajo” –me dio la espalda sin esperar respuesta, doble A se despidió con un gesto morboso. Tendría problemas si debía ir con él en algún momento.

Llamé a AJ quien a pesar de estar borracho se levantó… dando traspiés lo vi perderse escaleras abajo.

 

 

 

***

 

 

 

     El tiempo es algo realmente curioso, aunque no lo parezca está lleno de subjetividad. Sin darme cuenta habían transcurrido dos meses desde mi llegada. Lo supe cuando Melanie salía un día a la piscina y yo estaba allí, dejó escapar un comentario al respecto.

 

     Había utilizado esos dos meses para convertirme en “La chica de…” sí, de Sumeros. Él no lo sabía o al menos ignoraba los comentarios; pero era imposible no pensarlo, tomando en cuenta que mi habitación era la suya y a diario encontraba algún obsequio con mi nombre y sus siglas acrónimo como firma. Además, dejando de lado aquella noche con AJ siempre dormía en su habitación y era el único con el que mantenía relaciones. Obviamente, no puedo decir lo mismo de él, pues, seguía estando con prostitutas continuamente, incluso frente a mis narices. Esa, quizá, era una de las razones por las que no terminaba de ganarse mi confianza.

 

     Por esos días también aprendí que el respeto es algo que se gana poco a poco: no es lo mismo respetar a alguien que temerle. Yo me gané el respeto de algunos de sus hombres a mano dura. Cualquiera que quisiera propasarse conmigo terminaba redimiéndose. Me respetaban no me temían.

Sumeros -Cap6-

***

-“Eras virgen” comentó con naturalidad horas más tarde. Yo intentaba hacer algo decente para comer aunque no había más que frutas y comenzaba a cansarme de ellas. Al escucharlo lo miré de reojo, me encogí de hombros fingiendo toda la indiferencia que no sentía. “No dijiste nada” finalizó mordiendo una manzana.

-“¿Debía decir algo?”

-“Al menos comentarlo”

-“No habría cambiado lo que ibas a hacer, además no preguntaste.” –asintió. Yo corté trozos de kiwi llevándome uno a la boca. Se fue sin decir nada más.

Tres días después decidieron que habíamos llegado. Comprendí algunos patrones que usaban para navegar, por ejemplo: llevábamos un rumbo sólo de madrugada y durante el día seguíamos casi en círculos; había un contacto constante con los otros barcos, a cualquier hora; la búsqueda de costas, playas… luego comprobaría que nunca llegaban a un puerto y nunca de día, todo el movimiento era de madrugada.

Esa madrugada –la de nuestra llegada- Sumeros salió de su pequeño cuarto con la camisa sin abotonar y el cinturón suelto. La prostituta salió completamente desnuda y sonriente, era una pelirroja bastante descarada y, finalmente, había conseguido lo que quería, aquello por lo que había peleado durante tres días. Entonces recordé lo que habían mencionado antes en la playa, ahora entendía: Sumeros no podía estar sólo –conste la tilde- con una mujer por tres días seguidos. Llegamos a tierra, aguanté las ganas de saltar a ella. Melanie se colocó un corto vestidito casi transparente –me parecía a mí- y al tropezarme antes de bajar dijo “¿Lo ves, perra? Así se complace un hombre…” le respondí con una sonrisa: “por algo tú eres la maestra” me encogí de hombros.

Había perdido la noción del tiempo pero si mis cálculos no fallaban eran cerca de las 3:00am del 14 de febrero, día de mi cumpleaños. Al pisar tierra firme comprendí lo terrible que había sido pasar tantos días en el agua.

Esperando sólo había un automóvil así que noté la gran casa que nos esperaba a escasos metros. No me preocupaba tener que caminar siempre y cuando pudiera dormir en una cama o un sofá, algo suave; no una silla de playa o el suelo de un yate. Sin embargo, sentí dos leves toques en mi espalda y al girarme Sum –opté por llamarle así, aunque sólo yo lo sabía- señaló en dirección al auto pidiendo que lo acompañara. Me sorprendí, claro, pero mi sorpresa quedó opacada por la de los otros. Melanie me miró con odio y se acercó a él rodeándolo en un abrazo:

-“¿Y a mí no me invitas?”- Él no sólo evitó el abrazo sino que le respondió tajante.

“¿Te he dicho algo? No, ¿cierto? Entonces no me molestes, linda, quiero que ella me acompañe.” Yo asentí confundida. Confundida por el rechazo pero podía suponer qué quería él ahora. Al pasar cerca de ella no pude evitar decirle: “y así se destronan los maestros” –sonreí. Me había llamado a mí misma prostituta pero me sentí realmente bien con el desplante que le hicieron a ella.

-“¿Necesitas algo?” –pregunté al entrar al auto.

“No, sólo quería joder la vida de Melanie. La escuché al bajar del barco” –me miró y sonrió y yo no pude evitar reír. No se me habría ocurrido aquello. “Tienes… una linda sonrisa. Deberías sonreír más seguido” dijo y me sonrojé de inmediato, para disimular tosí un poco.

-“Sonreímos cuando hay razón para ello, últimamente eso no sucede”

-“Fue tu decisión” miró por la ventana. Encendieron el auto.

-“No había lugar para otra opción” –dije unos segundos después-

-“Siempre la hay, tu padre te dio la otra opción”

-“Hablas como si no tuvieras familia” dije ya molesta. Él me miró pero se tragó de nuevo sus palabras. Todo concluyó con un “Afortunadamente” pues habíamos llegado.

Dentro de la casa se respiraba el lujo. Un recibidor grande y paredes pintadas de un color claro muy parecido al champagne… en el centro una escalera en espiral, me recordaba a los apartamentos para solteros que veía en las series. “Espera arriba, en la habitación principal” aquello me trajo de mi ensimismamiento. Sumeros entraba y se perdía tras de una puerta a mano derecha. Entré a la casa, miré a los rezagados acompañantes, aún no llegaban. Subí la escalera y fue fácil encontrar la habitación principal; la puerta estaba abierta mostrando una mini sala de estar con grandes ventanas. Al pasar, vi la cama perfectamente arreglada y no resistí las ganas de revisar las fotos que adornaban las paredes; la mayoría mostraban a un Sumeros ya crecido, ninguna me mostraba un niño o al menos un adolescente, nada. Miré por la ventana, la vista daba a una piscina y un patio bien mantenido.

Caminé hasta la puerta y me aseguré de cerrarla, opté por quitarme la ropa que llevaba y arrojarla a la basura. Me vi al espejo, me notaba cansada. Abrí la regadera, tomar una ducha era lo único que necesitaba para dormir por tres días –o por siempre, pensé-. Lavé mi cabello y restregué cada parte de mi cuerpo, me sentía asqueada. Por unos minutos me quedé de pie recibiendo solamente el agua con los ojos cerrados. Busqué la llave para cerrar la regadera y sentí una mano que se apoyó sobre la mía. Miré y me encontré con unos ojos deseosos. Poco a poco deslizó su mano por mi brazo hasta detenerse sobre mi pecho, yo la seguía hasta que sus ojos buscaron de nuevo un encuentro con los míos. Metiéndose en la ducha me recostó sobre la pared. Buscó, sin éxito, un beso mientras me levantaba de ambas piernas y yo lo rodeaba con ellas…

Correspondía a sus caricias, al fin y al cabo sólo era sexo.

Aún bajo la regadera y sin mirarme a la cara me dijo que debía descansar pues, más tarde, me mudaría a otra habitación con «A. J». Confundida sólo pude preguntar si lo ofendí antes y por eso me enviaba con él,  me soltó y ahora mirándome a los ojos respondió con un aire autoritario, hiriente –y herido-

«No todos hemos tenido la fortuna de crecer con buenos padres, niña. Sobre la cama hay ropa para ti, AJ te espera más tarde así que puedes dormir» salió y en ese momento no pude parecer más una chica fuerte, rompí a llorar.

Salí del baño unos minutos después, sobre la cama había una maleta y al lado una pijama con una nota sobre ella:

Espero que sean de tu talla y de tu agrado. Feliz cumpleaños.

AS

     Tenía que reponer fuerzas, ningún otro hombre estaría conmigo. Entendí que quizá no podría salir de ese mundo pero al menos me adaptaría a él, debía hacerlo. Me quedé dormida, no me puse la pijama… sólo con la toalla me fui a la cama hasta cerca del mediodía cuando tocaron a la puerta. “No gracias, no voy a almorzar” dije, lloré de nuevo y dormí profundamente. No era el cumpleaños que habría deseado.

Sumeros -Cap4y5-

***

     Comenzaba a caminar, sentía un peso inmenso en mi espalda. La obligación de llegar al yate y cumplir hasta saber que mi familia se encontraba bien.

-“¿Sumeros no se llevará nada de este lugar?” –el hombre rió con cinismo. “eso es una novedad.” Era quien había llevado a mi padre hasta nosotros, supuse que debía ser parte del equipo, dueño de alguno de los dos yates que llegaron junto a nosotros.

-“Acabo de dejar un par y no me voy de manos vacías” al decir esto me haló hacia delante. Un objeto, eso era yo en ese momento.

-“¿Te basta con una?

-“Eso espero, tengo otra carga. Ya lo sabes

-“Yo sí me llevaré un par para mí, supongo que si quieres alguna me llamarás” –se rió a carcajadas. Tenía dientes amarillos, de esos tan comunes en fumadores viciosos; aunque descartando aquello su aspecto era aún más desagradable. No olía mal pero tenía un aire tan malvado y perturbador que me asustaba, me sentí con suerte porque al menos “Sumeros” –así lo llamó el hombre- era, físicamente, bastante atractivo.

     Otro hombre se acercaba a nosotros, parecía ser el líder del tercer y último barco que había llegado. Lucía sólo un poco mayor que los otros dos. Su rostro mostraba cansancio y una sonrisa más limpia que ellos.

-“Con que… esta es la chica, ¿eh? No está mal, quizá te la pida prestada en algún momento” –Las apariencias engañan, pensé de inmediato.

-“Claro, pero no por ahora, no llevo otra compañía femenina y primero muerto que maricón” respondió Sumeros. Me sentí estremecer y él lo notó, en mis ojos se reflejaba miedo, demasiado para ocultarlo. El recién llegado rió y los otros dos le siguieron. “Será mejor que embarquemos, negocios son negocios” todos asintieron y cada uno se dirigió a su yate, en cada uno de los cuales esperaban dos o tres hombres armados hasta los dientes además de unas cuantas mujeres.

**

 Cuando abordamos el yate aquella madrugada yo sabía que algunas cosas cambiarían y esta vez no habría manera de defenderme.

 

 

**

     Sumeros me llevaba aún sujeta por el brazo porque me resistía a caminar. Me ayudó a subir a su yate, él tras de mí aunque sabía que no podía escapar. Una vez arriba me senté esperando que llegara el fin del mundo rápido… o que algún monstruo marino nos hundiera… fui ilusa, pero ¿qué sé yo? No pueden culparme por ello. Me perdí en pensamientos de libertad hasta que su voz me trajo de vuelta sin sutileza.

-“¡Ey, por Dios…!” Hizo un silencio que compensaba y hacía más evidente el regaño en su rostro serio. “Las mujeres aplican la ley del hielo como castigo y no saben lo que nos gusta a los hombres verlas calladas” todos rieron. Con nosotros viajaban ahora sólo dos hombres y una mujer más, ¿sería ella esa otra “carga” de la que hablaba? Había pensado que era sólo yo…

-«No aplico nada. Estaba pensando o… ¿tampoco puedo hacer eso?»
«Por mí puedes lanzarte al agua, vales lo mismo muerta a que vivas tan perdida como has estado hasta ahora. Sin embargo, antes puedes traer los tragos que pedí, tenemos una invitada» abrí la boca para responder pero su rostro permanecía inmutable. Fui rápidamente por una botella de whisky y unos vasos. Los dejé sobre una mesa y cuando iba a servirlo me detuvo, con una señal me indicó que él lo haría, cosa que agradecí. Sirvió un vaso, sólo para él y dejó la botella al más alto de los guardias que jugueteaba con la chica mientras el otro llevaba el control del viaje en ese momento.

Sumeros se me acercó y la mujer no dejaba de mirarnos; lo llamó y preguntó si no se uniría a la fiesta, él sólo dijo un «después» sin dejar de mirarme. Yo estaba incómoda pero intentaba parecer serena, natural. Su nariz rozaba la mía.

«Pensé que venía a este yate por ti, no para dar fiesta a tus guardias» gritó ella y él no se movió, solamente respiró profundamente y soltó el aire en una frase:

-«A ti no te pagan para pensar, linda, que no lo haces nada bien. Mejor quédate con el chico, Sé buena.» el hombre comenzaba a impacientarse. Ella se molestó ante el comentario y detuvo el baile que venía haciendo para el «guardia».

«A mí no me van a joder, este imbécil no puede pagarme. ¡Yo estoy con chicos grandes no con lame botas!» El guardia ya cansado se puso de pie, pero se vio interrumpido por lo que diría Sumeros ahora:

-«Complácelo, no te cuesta nada más que abrir las piernas, es tu trabajo. Dani tiene muy mal carácter, no lo hagas enojar». Me había rodeado por la cintura y atrayéndome hacia él seguía detallándome, no había separado la vista de mis labios ni un segundo. El guardia se sentó de nuevo y ella retomó lo que hacía antes.

Yo aparté la cabeza para evitar un beso.

-“No viniste como pasajera, cariño.”

-“Para tener sexo no hacen falta los besos, cariño” Respondí en el mismo tono: irónico, desafiante. Fue entonces que decidí jugar a su juego.

-“Finalmente comienza a salir esa ‘chica mala’ que me parecías…” Sonrió ampliamente. Me apretó aún más hacia él.

-“No me conoces” dije sin agregar más. Él mantenía la sonrisa y llevó sus labios a mi cuello, yo permanecía incólume. “Sólo es sexo” me repetía, pero habría sido más fácil si no fuera a perder mi virginidad con él. Me parecía entonces que debí aceptar la propuesta de mi ex unas semanas antes, al menos a él lo conocía…

**

     Lo que siguió no lo detallaré, yo sólo admitiré que sucedió y la imaginación nos responde el cómo pasó. No puedo decir que abusó de mí pues simplemente lo dejé hacer lo que quería. Tampoco puedo asegurar que fue una experiencia traumática porque quizá lo disfruté. Lo que si no puedo negar es que sentí un asco bastante particular por él –y por mí- después. Tal vez porque en mi mente no dejaba de repetirme una y otra vez que le sería fácil matarme si se lo proponía… ¿cómo disfrutar de esa manera?

Sumeros -Cap2y3-

***

     Desperté en una cama suave, pensé que había sido un sueño pero me negaba a abrir los ojos para comprobarlo. Estaba en la habitación de un yate. Sentí un dolor punzante en la frente y cuando llevé la mano para revisar por qué me encontré con un vendaje que revisé de inmediato en el espejo. Tenía un golpe pequeño pero lo habían curado. La puerta se abrió y yo me sobresalté, allí estaba ese chico de nuevo.

-“¡Oh!, veo que despertaste. Perdona por el golpe, como ves esta entrada es algo estrecha. ¿Cómo te sientes?”

-“¿Dónde está mi padre?”

-“Ah, él… bueno, está en otro yate” –se encogió de hombros.

-“¿Qué?, ¿por qué?”

-“Porque este es mío y llevo sólo a quien quiera” –Dijo y dándose la vuelta me dejó a punto de protestar, quería… necesitaba ver a mi padre. Salí tras él y noté a una mujer que estaba afuera esperando, llevaba un traje de baño muy pequeño.

-“Ponte cómoda, pasará un tiempo antes que pueda decidir lo que haré con ustedes”. Supe que me hablaba a mí aunque no me miraba porque la mujer se había puesto de pie y lo abrazaba buscando el beso que se retardaba por mi culpa. Giré el rostro, me valía más no hablar en aquel momento.

Decidí ignorarlos fijando la vista en el mar pero noté que otra mujer hizo acto de presencia. Me sentía en un prostíbulo -y lo estaba-Sin señas del menor pudor mantuvieron sus relaciones justo frente a mis narices; yo pensaba que de haber sabido nadar seguro el mar habría sido una opción. Cuando los tres estuvieron satisfechos él pareció darse cuenta que yo estaba a escasos metros de ellos, era imposible ampliar la distancia. “Carmen, Natalia, les presento a la señorita…” extendió el último sonido como haciendo una pregunta no hecha pero obvia.

“Jenny” dije en un tono cortante que no pasó desapercibido por ellas que respondieron con un sonido burlesco. Él rió y mi expresión estaba más seria que nunca. Se levantó de la silla en la que estaba mientras abotonaba y subía el cierre de su pantalón; era guapo, no podía negarlo pero yo no podía detenerme a admirarlo.

Jenny…” repitió como saboreándolo de sus labios. Lo odiaba, su arrogancia y prepotencia eran asquerosas, además no quería darme noticias de mi padre.

***

     Navegamos un par de días, al llegar a tierra se despidió de “Carmen y Natalia” quienes, como lo supuse, eran prostitutas, pero prostitutas de las “caras” como me dijo él, “mujeres de la mafia” entendí yo, o algo parecido. Si bien no hablé mucho durante esos dos días -una palabra en cada intervención sería exagerar-, ahora que nos detuvimos, y estábamos en tierra firme, quise saber sobre mi padre:

-“Está bien, ya vas a verlo” dijo caminando hacia mí, tanto que no pude evitar los nervios “y ¿ya pensaste cómo resolveremos nuestro problemita?”

-“Ya te lo dije: haz conmigo lo que quieras, déjalo ir a él” – no había terminado cuando soltó una sonora carcajada.

-“¿Me crees idiota? No dejará a su hija… preferiría morirse antes.”

-“Él no tiene que saberlo”

-“Está bien, es posible. Pero debes estar consciente que no podrás irte. Me caen bien ambos, por eso no quise matarlos ese día” su mirada se centró en mi rostro, me miraba con curiosidad, se detuvo un instante en mis labios, negó con la cabeza y rió. “Sabes en todo caso que no te quedarás precisamente como pasajera, ¿no? Te quedas y ayudas con el negocio, tu deber será complacer al jefe” sonrió satisfecho identificando mi expresión confusa.

-“¿Quién es el jefe?”

-“Estás hablando con él, preciosa…” No me sorprendió la respuesta pero noté que tras él se acercaban algunos hombres, entre ellos mi padre.

Se veía agotado pero no parecía golpeado ni torturado. El chico –que estaba frente a mí- se giró para ver a quienes llegaban y se quedó a mi lado, yo me adelanté para abrazar a mi papá.

-¿Qué haces aquí mi niña? –Me dijo al oído mientras me abrazaba, me quedé prendada unos segundos que papá aprovechó para gritarle a “él” –“Este no era el trato, dije ‘yo por ella’. Ella no debe estar aquí

-“Parece que ambos pensaron lo mismo entonces… Cállate, no reclames y despídete” –abracé a mi padre con más fuerza, sabía lo que le costaba quedarse callado ante cualquier cosa. Me separé de él manteniéndolo rodeado con mis brazos, comenzaba a llorar.

-“Perdóname…” le dije, él negó con la cabeza y me secó las lágrimas que había derramado.

-“No te preocupes mi niña, vas a estar bien, ellos deben cumplir con su parte…” Yo no pude aguantar más y sólo le respondí con un

-“te amo, pá” y de inmediato se encargaron de dormirlo con un golpe en la cabeza. Grité y lo sostuve para evitar su caída. Comenzaba a resbalarme poco a poco por el peso. Dos hombres se encargaron de agarrarlo y trasladarlo a un automóvil que esperaba. Habíamos embarcado en una playa y ahí estaba yo, arrodillada en la arena vi como arrancaba el auto. Aunque no debía lo único que podía hacer era confiar en ellos. Sentí una mano en el hombro:

-“No tienes que confiar en mí pero un trato es un trato, lo llevarán a un hospital y dejarán lo necesario para encontrar a tu madre y hermano”.

Lo miré y resistí las ganas de escupirlo o de golpearlo. Me alzó bruscamente levantándome por un brazo “ahora nos vamos”.

_____

Sumeros

***

 

     Nunca he sido de esas que comparten sus cosas, pero, esta vez me atrevo a hacerlo aunque no esté segura de dónde debo comenzar.

 

     Espero que no los confunda la confidencialidad con que escribo estas líneas, pues lo que relataré no me lo ha contado nadie, pero siempre es bueno agregar un poco de emoción. Me han dicho que escribir puede ser un buen desahogo y como tal lo veo yo; así que, quizá, no todos me comprendan en lo que voy a contar.

 

¿No les parece curioso que siempre terminas enamorándote de la persona que menos pensabas?

 

     Pues a mí sí y llámenme masoquista pero me enamoré de un ladrón, un ladrón pervertido, orgulloso y asesino. Por esa razón les relataré mis aventuras con Sumeros, Sumeros Ángelo.

 

 

 

J. Gil

 

 

***

     Caminaba con mi familia una tarde de febrero, regresábamos de compartir uno de esos domingos familiares que nunca me atrevía a rechazar; pasar un rato agradable con ellos se vuelve cada vez más difícil mientras creces, por eso intentaba aprovechar cada segundo. Al cruzar la esquina del parque mi padre recordó que debíamos comprar algunas cosas, así que él y yo pasaríamos por ellas al mercado mientras mi madre y mi hermano esperaban en el auto “sólo nos llevará cinco minutos” les aseguró él antes de irnos.

Unos panes recién hechos, huevos y leche, esa era mi parte. Nos separamos no sin antes repetir unas diez veces cuál era el punto de encuentro.

Todo pasó tan rápido…

Al darse la vuelta lo vi perderse calle arriba -un segundo de distracción- y sentí un empujón, había sido una mujer, me tambaleé un poco y me costó mucho no caerme, fue entonces cuando noté que las personas comenzaban a correr a mi alrededor. Se escucharon disparos y el estado de shock en el que estaba no me permitía moverme. Sentí como me halaban por el brazo con tanta fuerza que el grito se escapó de mi garganta, no pude suprimirlo y aunque lo intenté no podía soltarme, no era mi padre, como esperaba.

Fui consciente de tener en la sien un arma apuntándome, me temblaban las piernas. Dieciocho años –casi diecinueve- y las películas de acción que tanto disfrutaba no me habían preparado para ello. Nunca estuve –antes- tan asustada, me habían tomado de rehén.

“No grites” –me susurró al oído y más que una orden me parecía una petición cortés sin el “por favor”.

Delante de mí –de nosotros- la policía.

-“Suelte a la rehén y baje el arma” –gritó uno de ellos y me pareció la frase más estúpida que hubiera escuchado jamás.

-“Tengo permiso a portar armas. La prostituta salió del bar, me arrojó una botella… ¿qué quería que hiciera? ¿Le devolviera un beso?” respondió en un tono tan, sorprendentemente, natural como si lo hubiese hecho miles de veces. No supe cuando pero me desmayé unos minutos.

Me despertó aquel chico de tez blanca y ojos cafés, sonrisa autosuficiente y un encanto natural que conocía y hacía alarde de ello. Si no hubiese estado tan asustada me habría parecido atractivo, pero dadas las circunstancias, sólo pude retener –ahora sí- un grito. No estábamos en la calle sino dentro de un bar con una decoración bastante anticuada, rojo ladrillo con estampado floral en las paredes. Yo estaba recostada sobre un sofá pequeño color café y él de cuclillas frente a mí. Se río y soltó el humo del cigarrillo, en mi cara. “Si no estuviera full de carga te llevaría, pero creo que esta vez has tenido mala suerte”. ¿Mala? Yo debí resistir una sonrisa al escuchar aquello. Quería salir de allí para encontrar a papá e irnos. Sin embargo, mientras se levantaba dijo lo que menos habría querido escuchar:

creo que debes despedirte de tu padre, al menos agradecerle lo que ha hecho por ti”. Me quedé sin aire.

-“De… ¿de qué hablas?, ¿qué quieres decir?” –Pregunté y él sonrió arrogante-

-“Verás, preciosa, los dos policías están muertos y eres de las pocas que puede identificarme ante la ley, y no confío en ti, no te conozco, iba a matarte pero tu padre se ofreció como rehén para liberarte. Despídete y mantén la boca cerrada, eso es todo” –dijo y su tono de voz, tranquilo durante la primera frase se endureció como amenaza en el resto del mensaje, asentí, aunque no estaba de acuerdo, de manera casi automática.

No podía permitir aquello, seguro iban a matarlo. Detuve al chico tomándole del brazo y no tardé en entender que no fue buena idea. Él me miró de soslayo, ya no me parecía tan amable. Tomé fuerzas de las pocas que tenía, mi padre no debía irse con ellos:

-“olvídalo, yo por él” una sonrisa ladeada se formó en su rostro y se giró por completo para verme nuevamente. Yo estaba de pie y no supe cuándo sucedió aquello.

-“Serán los dos… intenta hacerme cambiar de opinión en el camino” me quedé plantada en el lugar. Aquello funcionaba mejor en las películas… por cierto ¿ir a dónde?

Ya lo sabría, pues cuando salió del establecimiento el hombre que estaba tras de mí, me cubrió la boca y la nariz con un trozo de tela blanca, el olor me hizo dormir por horas o eso me pareció.

Es que…

Es que te amo tanto que me duele.

Es que te amo tanto que cuando te veo, las lágrimas llenan mis ojos, no se lo pueden creer.

Es que eres tan puro, tan bonito, tan alegre, tan lleno de vida, que me estremezco al pensar que tu vida está ligada a la mía.

 

Es que eres tan mío, y a la vez no te poseo, que me dan ganas de gritarle al viento que me traiga de nuevo tus primeros días, para disfrutarte enteramente una y otra vez.

Es que te amo tanto, que mi corazón se hincha de orgullo.

Es que te amo tanto que una sonrisa tuya es más fuerte que el sol.

Es que te amo tanto, que te llevo dentro de mi alma, para siempre.

 

Es que eres tan grande y a la vez tan pequeño…

Es que eres mi chiquitín, no importa si el tiempo pasa, no importa si te vas y no vuelves…

 

Es que eres mi hijo, y por eso te amo tanto.